
El agua es el recurso más preciado y valioso del cuerpo, la deshidratación es tal vez, el problema más común, aunque en gran medida no reconocido, de la vida moderna. Lo primero que se pide para saciar la sed es alcohol, café, té y refrescos, especialmente los jóvenes. El efecto principal de esas bebidas es desalojar el agua de la sangre, las células y los órganos.
Beber suficiente agua es un requisito fundamental para evitar las enfermedades y retrasar el proceso de envejecimiento. Cualquier persona sana que quiera seguir estándolo necesita beber de 6 a 8 vasos de agua fresca al día. De este modo se asegura que, de los 60.000 a 100.000 billones de células que hay en el cuerpo, todas reciban su ración diaria de agua para poder llevar a cabo una digestión eficaz, el metabolismo y eliminación de residuos.
Los niños necesitan beber de 4 a 6 vasos de agua al día, en función de la actividad física que desempeñen.
Propuestas:
- Comenzar el día bebiendo un vaso de agua tibia para acabar con la “sequía” nocturna y eliminar los residuos acumulados en los órganos excretores. Después se puede tomar un vaso de agua tibia con miel y limón.
- Aproximadamente media hora antes de cada comida hay que beber un vaso de agua. Así se mantiene la sangre fluida y, por tanto, capaz de absorber los nutrientes y distribuirlos entre las células. El agua ayuda, además, a incrementar los jugos digestivos y evita que la bilis se torne demasiado espesa. Por el contrario, demasiada agua u otras bebidas durante la comida hacen que se diluyan los jugos digestivos. Por tanto, esto debe evitarse, pues deteriora el proceso digestivo.
- Tras la comida, la sangre utiliza una considerable cantidad de agua para distribuir los nutrientes a las células y, por ello, puede producirse rápidamente una falta de agua en el organismo. Beber otro vaso de agua al cabo de unas dos horas y media después de cada comida restituye a la sangre el agua que requiere.
Estas simples instrucciones pueden ayudar a prevenir las enfermedades más graves de las sociedades modernas. Beber agua suficiente en el momento adecuado debería formar parte del tratamiento de cualquier dolencia.
Cualquier intento de restablecer la hidratación adecuada del cuerpo debe realizarse de forma gradual, pues de lo contrario podría sufrir graves perjuicios. Una persona deshidratada, es decir, alguien que durante semanas, meses o años no ha tomado el mínimo necesario de agua o ha privado a las células de una cantidad excesiva de agua consumiendo bebidas o alimentos que contienen cafeína o azúcar durante mucho tiempo es susceptible de enfermar.
Durante la deshidratación, las células del cuerpo no pueden seguir funcionando de modo eficaz. Al fin de protegerse de una mayor pérdida, hacen que sus membranas pierdan menos agua acaparando una cantidad adicional de grasas, entre ellas el colesterol. Pero este mecanismo de supervivencia evita también que los desechos del metabolismo abandonen las células, por lo que éstas se ahogan en sus propios residuos. Algunas de ellas, a fin de sobrevivir en ese entorno tóxico, pueden llegar a mutar genéticamente y tornarse finalmente cancerosas.
En el proceso de deshidratación, los riñones retienen agua y lo mismo hace el resto del cuerpo. En este momento, muchas personas empiezan a sentir la necesidad imperiosa de tomar alimentos muy saldados, pues su cuerpo necesita más sal para retener la poca cantidad de agua que aún conserva. Esto, no obstante, hace que los riñones se contraigan y filtren aún menos agua que antes. La orina se vuelve cada vez más concentrada y es cada vez menos copiosa. En esas condiciones de deshidratación extrema, sería poco razonable empezar repentinamente a beber los seis u ocho vasos de agua diarios que se recomiendan. Dado que las células han creado una barrera para ahorrar agua, no están en condiciones de absorber de repente una cantidad de agua a la que no están acostumbradas. El agua se quedaría simplemente estancada fuera de las células, provocando una retención de agua y un aumento de peso.
Consejos para una rehidratación gradual
Conviene añadir tan sólo un vaso de agua al día a la cantidad que se toma normalmente y comprobar si la orina aumenta. Si es así, se beberán uno o dos vasos más al día. En caso contrario se reducirá la cantidad a un tercio o medio vaso de agua al día. Es sumamente importante que los riñones empiecen a filtrar más agua al empezar a beber más.
Con el tiempo los riñones harán los ajustes necesarios para que aumente la micción. Al mismo tiempo, el cuerpo reducirá de modo natural la producción de sal y también su retención. Cuando ello sucede, el deseo de tomar mucha sal o alimentos saldados también disminuye. Esta respuesta se debe a los efectos diuréticos naturales del agua.
Si se está tomando medicamentos diuréticos, se ha de tener en cuenta que el agua es un diurético mucho más eficaz que cualquier otro fármaco y que no tiene efectos secundarios. Los fármacos diuréticos deben dejarse de tomar paulatinamente, aunque bajo la supervisión de un profesional de la salud.
Una vez los riñones no tienen problemas en eliminar la orina, se puede aumentar la ingesta de agua al mínimo requerido, es decir, de 6 a 8 vasos diarios, esto reducirá drásticamente el riesgo de contraer cualquier enfermedad. Pero, para recuperarse de años de deshidratación y volver a estar completamente hidratado, quizá se precise un año o incluso más tiempo.
En el caso de una enfermedad, antes de intentar cualquier otra cosa, el primer tratamiento debe consistir en beber agua y suprimir cualquier influencia que pueda contribuir a menguar la energía (sobreestimulación). En la mayoría de os casos, el problema desaparecerá de modo natural cuando el cuerpo esté debidamente hidratado y se le conceda reposo.